Les envío un aporte de Maximiliano Sibert, hombre de los pagos de San Martín.
El “Hilacha” Guerrer, puestero de un campo en San Martin, tenia al “Boby”, un perro tan obediente, que tenias que verlo para poder creerlo. Con un silbido le juntaba los terneros y con dos a las vacas.
El fuerte del perro era la caza. Cuando el Boby veía un jabalí se ponía como loco, se le saltaban las bolitas de los ojos pa’ fuera, pero no corría hasta que no escuchaba el “Cachilo Boby!”. Después de eso, no había con que pararlo.
Una vez encontraron una cuadrilla de chanchos en el bajo de la Juanita. El Boby estaba fuera de si. El Hilacha le gritó el esperado “cachilo”. Salio como gato quemado atrás de la chancha mas gorda (porque inteligente hasta pa’ eso era). Un par de horas mas tarde ya se escuchaba el ladrido del Boby “avisando” que tenia a la chancha.
Así fue cuando un día se cruzo con un puma en la aguada del Aguara, cuando escucho la orden desapareció detrás del puma en un pajonal, pasaron las horas y el Boby no aparecía, las semanas, los meses y el Boby nunca volvió.
Un día, El Hilacha, mientras recorría los alambres después de una tormenta ”juerte” que se había venido diviza arriba de un árbol lo que le pareció el esqueleto de un puma y a los pies del caldén el esqueleto de un perro. No podía ser otro que el Boby. Así que el Hilacha para honrar la memoria de su perro lanzo un ultimo “Cachilo Boby” y el esqueleto salto y se desarmo en el aire. Perro obediente como el Boby… pocos.
El “Hilacha” Guerrer, puestero de un campo en San Martin, tenia al “Boby”, un perro tan obediente, que tenias que verlo para poder creerlo. Con un silbido le juntaba los terneros y con dos a las vacas.
El fuerte del perro era la caza. Cuando el Boby veía un jabalí se ponía como loco, se le saltaban las bolitas de los ojos pa’ fuera, pero no corría hasta que no escuchaba el “Cachilo Boby!”. Después de eso, no había con que pararlo.
Una vez encontraron una cuadrilla de chanchos en el bajo de la Juanita. El Boby estaba fuera de si. El Hilacha le gritó el esperado “cachilo”. Salio como gato quemado atrás de la chancha mas gorda (porque inteligente hasta pa’ eso era). Un par de horas mas tarde ya se escuchaba el ladrido del Boby “avisando” que tenia a la chancha.
Así fue cuando un día se cruzo con un puma en la aguada del Aguara, cuando escucho la orden desapareció detrás del puma en un pajonal, pasaron las horas y el Boby no aparecía, las semanas, los meses y el Boby nunca volvió.
Un día, El Hilacha, mientras recorría los alambres después de una tormenta ”juerte” que se había venido diviza arriba de un árbol lo que le pareció el esqueleto de un puma y a los pies del caldén el esqueleto de un perro. No podía ser otro que el Boby. Así que el Hilacha para honrar la memoria de su perro lanzo un ultimo “Cachilo Boby” y el esqueleto salto y se desarmo en el aire. Perro obediente como el Boby… pocos.
1 comment:
Miren, no les quiero competir, pero yo conocí a un perro ayudante de mecánico. El tipo se conocía las herramientas por su nombre y se las alcanzaba al mecánico, que era el dueño, cuando éste se las pedía.
Y valla casualidad, era casi pampeano porque era de Banderaló, un pueblo casi en la pampa, por la ruta 188.
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